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En esta fria ciudad...


Son las seis de la mañana en esta fría ciudad de Guatemala, las campanas de la catedral me lo recuerdan, camino casi solo por la renovada sexta avenida, debería de estar durmiendo ya tengo mas de doce horas de turno corrido, pero los pagos de servicios me tienen aun despierto, siempre espero hasta el ultimo día, no pienso pagar por lo que no eh consumido y no piensan darme lo que no eh pagado es el trato y así sobrevivimos, el frio infinito de las mañanas guatemaltecas me acompaña desde que salí, es octubre pero noviembre parece que viene de prisa y comienza a recordarnos que el año se nos va, ese frio de fin de año que me hace creer que todo va a estar bien hoy me hace pensar que es el día, que es ese día que todo el país espera desde hace décadas, ese frio que congela mis pestañas y raja mis labios me hace pensar que la espera termino y que Guatemala esta a punto de ver el amanecer mas esperado de su historia, sigo caminando y una sonrisa se dibuja en mi rostro escucho solo mis pasos y mi esperanza me toca el hombro y me dice “voy con vos”.

Cuando llego la fila es larga, pero nadie luce desesperado pareciera ser que distintas versiones de esperanza los acompañan, la mía me repite “voy con vos”, le pregunto al policía que si es la fila de pagos, me contesta con tono poco amable que no, que los pagos se hacen hasta que se abre y que esta es la fila de convenios, bueno voy a esperar acá fuera le contesto, ni si quiera voltea a verme y pienso que la empresa eléctrica debería de gastar un poco mas en calefacción para los seguridad fríos y sin amabilidad que tienen, la esperanza se asusta un poco pero me repite “sigo con vos”.

Son las siete de la mañana en esta fría ciudad de Guatemala, un poco mas que congelado tiemblo sentado en una banca del parque central, una chica con un pequeño bebe ah ido a sentarse a mi lado, hemos platicado casi de todo, ella viene a hacer un convenio su joven esposo no a alcanzado a pagar la totalidad de la factura y están a punto de quitarles el servicio, el bebe a penas de ocho meses luce intranquilo entre las sabanas y los brazos de su madre, es hora de que abran y las personas de la fila junto a sus esperanzas comienzan a entrar, yo me despido de la chica que tiene una de las esperanzas mas grandes que había visto esa mañana, cada quien por su lado hace lo que tiene que hacer, busco mi fila y desde lejos veo como a ella le rechazan la factura, no logro entender que pasa y la pierdo de vista.

Son las ocho de la mañana en esta fría ciudad de Guatemala, al caminar hacia la salida veo que el sol descongela los arboles y las flores del parque, digo gracias a un policía que no contesta y siento el tibio abrazo del sol matutino, la chica esta sentada en la banqueta y se levanta para contarme que no le aceptaron el pago, que necesita mil quetzales para poder pagar todo lo que debe y que su esperanza salió huyendo cuando mas la necesitaba, le digo que este tranquila que tiene un par de días antes de que le corten el servicio, ella dirige la mirada hacia la catedral como buscando una respuesta a su situación, “bueno gracias, nos vemos” me dice y se aleja caminando por el parque ya inundado de palomas que comen migajas de pan e insectos, yo me doy la vuelta y comienzo a caminar de vuelta a casa, un mendigo me pide unas monedas y al mismo tiempo me insulta cuando no se las doy.

Son las ocho treinta en esta fría ciudad de Guatemala, mis pasos junto a decenas de pasos mas caminan por la renovada sexta avenida, mi esperanza me toca el hombro y me dice “yo me largo de aquí”.